Drogas alucinógenas como tratamiento en salud mental.
Esta idea lleva ya algún tiempo llegando a España, como no, de EEUU, donde se ha estado experimentando durante varios años.
Las drogas que ya antes de los años 70 se consideraban muy peligrosas por su manera de afectar al cerebro, como psilocibina y psilocina, potentes alucinógenos extraídos de ciertos hongos, la ketamina, usada habitualmente como sedante veterinario, principalmente en caballos y otros animales de gran tamaño; el éxtasis (MDMA) y la dietilamina de ácido lisérgico o LSD, ambas drogas sintéticas, y en general, todas las drogas naturales o sintéticas con gran potencial alucinógeno son ahora revisadas y objeto de renovado interés.
Es cierto que el LSD ya había demostrado su eficacia en algunos tratamientos como el de la enfermedad de Parkinson, pero cabe recordar también que esta es una dolencia neurológica, no de salud mental.
Si nos centramos en la enfermedad mental, ¿ Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a tratar una depresión crónica con las mismas “drogas duras" contra las que se nos ha prevenido durante los últimos cincuenta años? Por no mencionar la altísima adicción que crean dichas sustancias.
Existe el temor de que no todo sea por el progreso de la medicina, o el bien de los pacientes, sino por un gran negocio emergente en el que las farmacéuticas y las compañías de inversiones han visto un nuevo filón que explotar. Tras unos años de investigación, en Europa se abrió ya el pasado año en Holanda un primer centro de tratamiento, patrocinado por la multinacional Field Trip Health. Después de su presentación no ha habido mucho despliegue informativo al respecto. Las noticias sobre este tema llevan ya unos años apareciendo esporádicamente en los medios, pero hay cierto secretismo respecto a su efectividad. Al parecer aún no se ha obtenido ninguna conclusión práctica, basada en el tratamiento real de personas afectadas.
En todo caso, esta semana nos llega la noticia de que un segundo centro de Field Trip Health ha sido autorizado en Toronto, Canadá, y que las autoridades sanitarias del país lo consideran un gran avance de la medicina en salud mental.
Observo con preocupación el auge de estas terapias alternativas, precisamente por parte de las mismas entidades que demonizan el uso terapéutico de la marihuana como tratamiento para el dolor y su nefasta influencia en la salud mental. Todo esto proviene del mismo país que popularizó el uso de opiodes para tratar el dolor hasta convertirlo en una de las primeras causas de muerte no natural entre sus ciudadanos, una auténtica plaga que aún está lejos de controlarse... Me llama la atención el poderoso respaldo económico que farmacéuticas y compañías de inversión (entidades muy poderosas que nunca se han distinguido por su altruismo ni por preocuparse en exceso de la salud de sus clientes) están dando a estas investigaciones.
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