Melocotones helados

 'No había manera de describir el dolor. Ni siquiera cuando no era tan intenso, cuando algo divertido o amable ocurría en su vida, se sentía capaz de verterlo en palabras. Tenía colores, una consistencia especial que lo alejaba del resto del sufrimiento, del mal humor, de todos los padecimientos del mundo que no fueran aquel dolor. Durante años, Blanca había intentado liberarse de él, pero ya se había rendido. No hubiera podido cortarse una pierna; no podía cambiar a esas alturas su manera de ser.

Blanca, como Elsa grande pensaba, se moría, pero de un modo muy lento, y desde mucho tiempo antes de lo que Elsa pensaba. Aquellas noches abrazada a la nada, con la angustia que le devoraba el pecho, habían allanado el camino a cualquier desgracia que pudiera sobrevenir.

Y Elsa grande, que siempre había creído comprender a Blanca casi sin palabras, entendía entonces, en sus caminatas ciegas por la ciudad, en aquellos vagabundeos por Duino a los que se obligaba, lo lejos que había estado de saber lo que aquello significaba, las punzadas en el pecho, el insomnio, la conciencia de que algo sin nombre, un monstruo baboso y repugnante, se había instalado en la cabeza de Blanca y la había hecho suya. No un miedo rojo y palpitante, el miedo que se sentía con la fiebre o con los golpes. Aquel miedo se parecía a una babosa, a un limaco que atravesara frente a ella en un camino. Era sorprendentemente similar al de aquella niña Elsa que no volvió a aparecer.'

Espido Freire. Melocotones helados, Premio Planeta 1999.







María Laura Espido Freire (Bilbao, 1974) empezó su carrera profesional estudiando canto y estuvo de gira con la compañía de José Carreras.  En esa época comenzaron sus trastornos de la alimentación. Abandonó la compañía y se licenció en filología inglesa por la universidad de Deusto. Hasta la fecha,  es la ganadora más joven del Premio Planeta, que consiguió a los veinticinco años con Melocotones helados.

Siempre ha hablado claramente en todos los medios de comunicación de sus trastornos alimentarios y ha luchado para que estos temas dejen de ser un tabú en nuestra sociedad. Ha escrito varios ensayos sobre ello, como Cuando comer es un infierno (2002), Quería volar (2014) y La vida frente al espejo (2016). 

En Melocotones helados también tocó este tema con un personaje femenino que padece bulimia.


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