APRENDÍ A DECORAR MI VIDA: el valiente testimonio de un compañero.

 

APRENDÍ A DECORAR MI VIDA 


                       Hola. Soy Manuel Rísquez Ruiz, actual representante del Comité de Personas con Experiencia Propia de AFEMVAP, Asociación de Personas y Familiares con Patología Mental, y a mi vez representante de AFEMVAP en el Comité pro Salud Mental de la Federación SALUD MENTAL ANDALUCÍA. Con el convencimiento de poder ayudar a alguien que pueda estar pasando por un problema similar, les quiero contar mi experiencia en primera persona con la enfermedad mental. 

                    La verdad es que siempre fui un poco hipocondríaco, pero como bien dice en su relato mi compañero y amigo Javier Moreno, portavoz en el Comité Pro Salud Mental Andalucía, hay distintos procesos y grados de gravedad dentro de una patología mental. Pues bien, yo creo que fui pasando por todos ellos a lo largo de mi vida hasta llegar al más grave, donde ya toqué fondo. Me voy a centrar solo en la fase más grave, puesto que las demás las contaré, si me animo a seguir escribiendo, en un libro de mis memorias. 

                    Todo comenzó por el año 1998, cuando a un conocido le diagnosticaron cáncer de garganta y a los pocos meses falleció a consecuencias del mismo. Aquello me impactó de tal manera, que empecé a darle vueltas a la posibilidad de que yo pudiera tener algún día lo mismo, puesto que era fumador de más de una cajetilla y media diaria de tabaco.

                   Fueron pasando los meses con aquella idea rondando por mi cabeza. Un día, a mi madre le dio una hemorragia nasal y la tuvieron que ingresar tras una operación con varias transfusiones de sangre. La hemorragia no paraba y decidieron trasladarla al hospital Reina Sofía de Córdoba. Allí ingresó en la planta de otorrinolaringología; os podéis imaginar lo que yo pude llegar a ver durante el mes que estuve acompañando a mi madre, junto a mi mujer. Este fue el desencadenante del sufrimiento que a partir de entonces tuve que soportar. Empecé a sentir síntomas iguales a los que escuché comentar por los pasillos a los pacientes,  y a creérmelos de tal manera, que dejé de fumar de un día para otro. 

               Aquella obsesión, y el sufrimiento que me producía, impedía que hiciera una vida normal. Pensaba que me moría. No quería ver a nadie, no quería salir de casa, tampoco soportaba que mi mujer saliera de casa para hacer las compras o simplemente para trabajar. Yo no quería quedarme solo por el miedo a estar muriéndome de un cáncer que solo existía en mi mente. 

                 No solo sufría yo. También sufría mi familia, sobre todo mi mujer y mis hijos, que eran muy pequeños. No entendían por qué su padre estaba siempre en la cama sin querer salir de casa. Mi mujer, al igual que yo, no entendía ni sabía qué hacer para que aquello mejorara. ¡Gracias a ella, que nunca perdió las fuerzas! No sé de dónde las sacó, pues fueron años de gran sufrimiento. Desde aquí quiero agradecerle todo lo que hizo por mí, porque sin ella no lo habría conseguido: Gracias por tu paciencia y el cariño que me demostraste. Y a mis hijos, pedirles perdón por el tiempo que me perdí de disfrutar con ellos, y el tiempo que no tuvieron a su padre.

                  Estaba convencido de que tenía cáncer y empecé a visitar especialistas. Primero de la Seguridad Social y después privados. Salía de las consultas tranquilo y convencido de que no tenía nada de cáncer, pero a los pocos días volvían a aparecer de nuevo los síntomas y vuelta a empezar. Ahora sé que aquellos síntomas solo estaban en mi cabeza, pero yo estaba convencido que eran reales. 

                  Nos gastamos mucho dinero en especialistas, y tuvimos que pedir prestado para poder visitar más. Durante más de un año mi médico de cabecera solo me trató con lorazepam, para la ansiedad. La bola seguía haciéndose cada vez más grande. Tan grande era el sufrimiento, que cuando me acostaba y cerraba los ojos para dormir, me veía en un quirófano extirpándome el tumor, o en la consulta de un médico diciéndome “tiene usted un cáncer y se muere”. Ya no quería dormirme. Caí en una depresión de caballo de la cual pensé que ya no saldría nunca; tanto era el sufrimiento que empezó a rondar por mi cabeza la idea del suicidio. No podía con tanto sufrimiento. 

                 Recuerdo que  una de las veces en que lo intenté, una doctora de la consulta de atención primaria me preguntó, con lágrimas en los ojos, “¿de verdad quieres irte de este mundo?” y le contesté que sí, que ya no podía más, que necesitaba descansar. Entonces mi mujer le pidió que me mandara al psiquiatra, y me derivó al equipo de Salud Mental, donde me diagnosticaron hipocondría. 

            Me costó mucho aceptar que tenía un problema de salud mental. Con el tratamiento farmacológico y terapéutico empecé a mejorar, aunque los miedos seguían ahí. Como me gusta tanto la pintura, un amigo me pidió que si le podía enseñar a pintar, y me comentó que había en Pozoblanco una Asociación de personas con patología mental donde daban un taller de pintura. La verdad es que no me veía en la Asociación puesto que todavía no lo tenía muy aceptado. Un día, aprovechando que tenía cita con la psicóloga de Salud Mental, le pregunté por esta Asociación y me dijo: “cuando salgas de aquí te llegas y te informas”. 


Por eso, siempre digo que mi pasión por la pintura me salvó la vida. 


                  Me pasé por la Asociación muy tímido y con miedo, pues no sabía lo que me podía encontrar. No sabía nada sobre salud mental, solo lo que se oía en la calle, ya sabéis: esas personas son peligrosas, son agresivas, etc… Nada más lejos de la realidad. Al entrar me atendió la persona que hoy en día es mi compañera de trabajo, mi amiga, mi confidente, a la que le tengo un gran cariño y respeto. Una persona con una calidad humana increíble. A ella y en general a todo el equipo técnico: psicóloga, presidenta, profe de pintura, y a todas las personas usuarias a las que tanto miedo les tenía, les debo la vida. Empecé a no verme como un bicho raro porque en la Asociación me entendían y no estaba solo. Empecé a ayudar a la profe de pintura como voluntario y a sentirme útil; mi vida empezó a cobrar sentido. Ya tenía un motivo por el que levantarme cada mañana. 

                   Ahora me encuentro muy recuperado, aunque tengo mis días malos, como todo el mundo. Gracias a la asociación he retomado mi vida laboral, actualmente soy el monitor del taller de pintura de la asociación. Trabajo tres días a la semana y el resto de la semana estoy como voluntario para todo lo que se me necesite. Esta es la mejor manera de devolver todo lo que la asociación ha hecho por mí.

          Como dije al principio, actualmente soy representante del Comité de Personas con Experiencia Propia de AFEMVAP y también representante de AFEMVAP en el comité pro Salud Mental de la Federación ANDALUCÍA SALUD MENTAL. También modero el Grupo de Ayuda Mutua de AFEMVAP. Con esto quiero aportar mi granito de arena para ayudar a personas que, como yo en su día, lo necesitan.

               Si os cuento los cargos que ahora tengo no es por dármelas de importante, sino para que las personas que puedan estar pasando por un problema de salud mental vean en mí un referente, y creedme: con esfuerzo, con constancia, con el apoyo de tu familia, con los profesionales adecuados y con las Asociaciones de Salud Mental, se puede llegar a la recuperación y a la estabilidad, a volver a tener una vida totalmente normal y de pleno derecho. Para esas personas y sus familias les mando mucho ánimo y fuerza, convencido de que juntos lo vais a conseguir. 


Manuel Rísquez Ruiz





Comentarios

  1. Manuel, tu testimonio me ha emocionado profundamente y me ha parecido muy valiente por tu parte exponerlo con tanta sencillez. Nunca debemos olvidar que por raras que nos puedan parecer estas experiencias, en todas ellas el dolor es completamente real, y terrible para el afectado y su entorno familiar. Gracias por decir alto y claro que de esto se sale, siempre que contemos con el apoyo necesario, que muchas veces nos llega gracias al movimiento asociacionista. Felicidades y un gran abrazo para toda la familia.

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    1. Muchísimas gracias. Ese es el verdadero motivo por lo que lo e contacto, para que las personas que estén pasando por esta etapa de la enfermedad, sepan que se sale y que se puede Volver a llevar una vida completame normal. Un abrazo

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  2. Manuel tu escrito me ha parecido muy interesante

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