Ay, la imagen de Utrera...

Hoy voy a explayarme a título personal, ya que, por suerte, a nadie se le niega en nuestra Andalucía manifestar sus propias opiniones con corrección y argumentos.
Vaya por delante que sin duda en Utrera hay muy buena gente y un maravilloso patrimonio cultural que les enorgullece con razón. Pero… Siempre se ha sabido que pagan justos por pecadores. 


Leer esta noticia en el Diario de Sevilla me ha hecho reír un buen rato. Sí, lo confieso, y pido disculpas de antemano a toda la ciudadanía solidaria de Utrera, a la que no me refiero en este escrito,  a la que respeto y no deseo ofender porque esto no va por ella.

Si me lo permiten, compartiré mi imagen de Utrera, y no soy la única que la tiene. Es algo que ha afectado a la planificación y el esfuerzo de años de muchísimas personas, asociaciones, voluntarios, profesionales, incluso de la administración de la Junta de Andalucía.

Desde hace ya demasiado tiempo, algunos ciudadanos de Utrera, con su Excelentísimo Señor Alcalde a la cabeza, mantienen paralizado un proyecto pionero en inclusión social. Este plan existe, es completamente legal, está debidamente autorizado y ya se había puesto en marcha: la construcción de unas viviendas tuteladas para acoger a personas con patologías mentales. Ese proyecto se ha visto paralizado sine die por una recogida de firmas de vecinos que se oponen al mismo. Ciudadanos de Utrera que simplemente consideran que tener cerca a personas afectadas por una dolencia no contagiosa es un peligro para la buena convivencia en la ciudad. Sé que no son, ni mucho menos, todos los habitantes de Utrera, pero ahí sigue estancado algo que daría a un puñado de personas la oportunidad de reconstruir su vida, de formar parte de esa comunidad y contribuir a ella. Hay vecinos que les están negando ese derecho a sus semejantes con su cerrazón mental, lo cual, bien mirado, también podría ser un síntoma negativo de cómo funcionan sus cabezas. 



Ojo, que “los locos” (y “las locas”, entre las cuales me incluyo) no nos ofendemos por tan poca cosa, ni nos lo tomamos a mal. Estamos acostumbrados. Sabemos que nos tienen mucho miedo y un poco de asco. Como si no fuéramos personas que hacen su vida sin meterse con nadie. Trabajamos, estudiamos, pagamos nuestros impuestos, y contribuimos de muchas maneras a la sociedad. Pero qué cómodo resulta atribuirnos siempre la marginalidad, la violencia, el peligro. Cualquier situación incomprensible se resuelve llamando loco a alguien y apartándolo sin más, volviéndolo invisible, ¿No es cierto? Son ustedes muy afortunados por recibir tanta atención cuando se sienten ofendidos. A nosotros, “los despojos de las cloacas sociales”, ni siquiera nos permiten formar parte de su ciudadanía, ni se escucha nuestra voz. 

Por eso he reparado en la amarga ironía de ese titular. Los vecinos de Utrera se sienten muy indignados, rechazan la imagen superficial que se ha dado de ellos, exigen rectificación pública y se manifiestan exigiendo respeto. ¡Hasta el alcalde incluye en pleno varios puntos sobre el tema! 
Mientras, yo me pregunto: ¿Cuántos de esos ofendidos vecinos ofenden con contumacia la imagen de un amplio sector social? ¿Cuántos de ellos discriminan, estigmatizan, distorsionan la imagen de las personas que sufrimos trastornos mentales? No me negarán que es para reírse por no llorar. Comprobar que gente que te desprecia, te teme, no te quiere cerca, ahora siente a su vez que no se refleja y valora su patrimonio real, su riqueza inmaterial, su aportación a la sociedad andaluza. Sentirse excluidos y menospreciados. Objeto, según leo en las noticias, de un “AGRAVIO COMPARATIVO”. Quizás eso mismo sienten a diario algunos utreranos y utreranas que conviven con sus trastornos mentales y además con los rancios prejuicios de parte de sus vecinos. O quizás Utrera se enorgullece también de ser el único punto de la geografía universal libre de tales problemas, mientras en el resto del mundo crecen exponencialmente. Esa es la imagen que ofrece Utrera para mí, y para un buen porcentaje de la población andaluza que nos alienta en nuestra lucha por la plena inclusión.

Las ciudades, señor Alcalde de Utrera, se distinguen por muchos factores. Uno de los que mejor habla de ellas es su capacidad y su esfuerzo por tener en cuenta a las personas de todos los colectivos, incluso los más desfavorecidos, y sobre todo por tener la humanidad de aceptar a sus miembros como uno más entre sus gentes. Quizás Utrera merecería más de un documental para ella sola si ofreciera entre sus muchos atractivos una innovadora imagen de sociedad inclusiva, digna y generosa. Ese es quizás el patrimonio inmaterial más valioso que puede tener una comunidad.

Porque locos hay de muchas clases, tantas como de cuerdos -o, mejor dicho, no diagnosticados- ¿Sabe usted? Muchos participamos activamente en la vida social de nuestra ciudad. Desde nuestras asociaciones colaboramos en actividades lúdicas y culturales, en programas de información y prevención, impartimos cursos de muy variados temas, hacemos deporte, tomamos parte en los festejos, nos formamos para ser miembros útiles de la comunidad que nos acoge y le devolvemos tanto como podemos. Somos fuente de riqueza y diversidad. Las infraestructuras creadas para atendernos están al servicio de toda la ciudadanía y generan puestos de trabajo. Nuestro consumo de bienes y servicios favorece a la economía local. Y vamos por la calle con la cabeza muy alta. Por último, en muchas más ocasiones de las que usted se imagina, somos el único amparo que encuentran nuestros vecinos cuando les pesa el sufrimiento y la misma vida, y descubren las brutales carencias del sistema público.

Porque no olviden ustedes que una de cada cuatro personas pasa en su vida por uno o más episodios de trastorno mental, que sin ayuda esos trastornos se agravan, se cronifican e incapacitan incluso a las personas más válidas, que los recursos públicos son muy limitados y que somos nosotros, en nuestras asociaciones, quienes acogemos en última instancia a todo el que necesita ayuda cuando le toca vivir ese calvario de angustia e incomprensión. O cuando le ocurre a su hijo, a su madre, a su pareja, a quien más aman, y no pueden, como familiares, dirigirse a ningún sitio que les ofrezca de inmediato consejo profesional y apoyo integral constante.

Y una cosa más, señor Alcalde: lo quieran o no, ya "andamos sueltos" y estamos entre ustedes. Solo que no lo saben, no lo han notado, porque cuando visitamos una ciudad no hay disturbios ni delincuencia desatada, ni los vecinos corren a esconderse a nuestro paso. Utrera es muy bonita, y sus gentes, encantadoras. Y no se preocupen los utreranos: como he dicho, aunque usted y algunos de sus vecinos no nos quieran ni ver, nosotros siempre les acogeremos gustosamente cuando necesiten nuestra ayuda. Los locos somos así.

Fdo. Esperanza Iglesias León.
Usuaria de Salud Mental Andalucía 

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