Poesía para sanar el alma
Hay veces en que vienen mal dadas, las ganas de vivir se escapan del cuerpo, y el cuerpo reacciona desmoronándose junto a la mente. Las ilusiones se convierten en un pálido espejismo que recordamos con secreta vergüenza por habernos permitido pensar por un momento que teníamos derecho a ser felices.
El único remedio que conozco para todo este dolor es la lectura. La literatura salva vidas, repito con fe mientras los demás me miran como a un bicho raro. Pero soy yo quien tiene lástima de todos los que son incapaces de sumergirse en un libro y dejar fuera de su mente ese mundo hostil que te rechaza y te lo arrebata todo.
Por eso, hoy recuerdo viejas poesías y busco otras nuevas. Y siento la exaltación que producen los oscuros versos de Abraham Fidel Ortiz Lugo, con su exquisita imaginería, los recovecos de su pensamiento y la belleza de sus palabras. Y me siento también hermana, amiga y compañera de mil batallas de Alberto Luis Collantes Núñez, con su precisa imagen de la depresión, comprimida con maestría en un delicado soneto que me hace sentir un nudo en la garganta.
Abraham, Alberto Luis, gracias por regalarnos vuestra poesía. Toda mi admiración para el ganador y finalista del Certamen "Letras para sanar el alma". Gracias por el bálsamo de vuestras palabras sobre mi corazón malherido.
HAZ SONAR LA ARMÓNICA
Canta por favor
y sálvame de matar una y otra vez a mi archienemigo;
sálvame de apagar la luz a sus luciérnagas
y ahuyentar sus rebaños durante las heladas.
Abro mi ventana para desear las orugas de su balcón
o envidiar el dinero que ganó matando pinos
con su sangre de arquero silente y sin alma.
Cada cual produce sus propios residuos
pero tu música cuesta arriba por el cuerpo
así de bruces tan sencilla y con el mundo
esperando una señal de papel que no queme el crepúsculo,
me abre la puerta a las quebradas cinturas
al sudor de la madre que lava sus pechos
en una antigua fuente de frutas tropicales
y compra malanga para la acidez del barrio
y de los escotes corregidos por el séquito de la reina.
En esta melodía de luna pasajera abrevan mis trajes.
Pongo a remojar la pantomima de sonreír
y mi corazón se vuelca en una tecla y repite su eslabón
y sus memorias tardías se arman una góndola
y nadan por el alfabeto de los peces y volvemos a emerger
oriundos y salvajes como las notas que el pianista
descubrió mientras se derrumbaba la piel de los delfines
y la ciudad toda cedía al esperpento de las borras.
Canta en el lago mientras la piedra finge
que su eslora no es de esta verdad de hiedra
sino de los caminos que una vez transitó el monje
antes de perderse en las fibras del viento de la montaña
porque temió que la ciudad lo arrastraría al fondo
de un cuerno de azufre.
Haz sonar la armónica mientras pueda escuchar
que tu cuerpo y el mío tienen en común
la lluvia y el gimnasio del sol
la hierba que calma la fatiga de los ojos,
la profunda solemnidad tejida por las palmas.
Abraham Fidel Ortiz Lugo, ganador
DEPRESIÓN
Aislarse, entristecerse, estar marchito,
insomne, vago, mudo, perezoso,
desaliñado, gris, cobarde, ansioso,
sin ganas, sin pasión, sin apetito;
sentirse soledad, silencio, grito,
estar nervioso, loco, tembloroso,
pálido, macilento y ojeroso,
lloroso, seco, yermo, mal, contrito;
no salir a bailar, estar en casa,
beber la vida como un mal jarabe,
no saber explicar lo que te pasa,
sufrir, penar, soñar con que se acabe
el dolor infernal que al alma abrasa
es depresión; quien la sufrió lo sabe.
Alberto Luis Collantes Núñez, finalista
E.I.
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