Corazón de otoño
CORAZÓN DE OTOÑO
Desde siempre, los otoños eran la estación de mi ciclo anual de añoranzas taciturnas. A mucha gente le pasa. Y no le dan mayor importancia. En la cabecita de una "minipreadolescente" el mundo se concentra demasiadas veces en congoja. Ser consciente de que la tristeza campa a sus anchas en ti arrastra más al poso de un pozo de chispitas con fondo cómodo. Tener de amiga a la lluvia y al viento se contradice un poco si en cuestión de horas saltas y ríes como si no hubieras desaparecido de ti sólo porque llora el cielo y el gris atenúa las verdes hojas de las acacias aún vestidas.
Fte. Javier Castro / Fotolia
He ido a otro mundo como Alicia a través de ese espejo donde me veía insignificante entre todas las personas que me rodeaban. Después de un largo caminar y paradas hacia una dimensión desconocida, llegué a hastiarme de creer que la culpa del color de mi mirada eran el agua y el aire. El otoño no es responsable de mi animosidad, ni de mi apatía o mi soledad profunda. El otoño, simplemente, era otro episodio de noventa y un capítulos dispuestos a ser sentidos como si no hubiera un mañana mejor.
La caja de Pandora.
Comentarios
Publicar un comentario